¿Por qué lo hiciste?

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Maurilio, era un hombre común y corriente, como los muchos que habitamos en la super poblada Ciudad de México, desde siempre, había vivido en una vieja vecindad, allá por la colonia Guerrero.

De joven, no tuvo mucho contacto con los vecinos del barrio, por un lado, sus padres lo educaron y lo cuidaron con exceso, no le permitían relacionarse con “esos vagos”, según le decían con frecuencia.

Si bien estudió primaria, e hizo algunos amigos, en la secundaria, tuvo más amigos e incluso pudo tener una noviecita a la que trataba de halagar con detalles que le compraba con el dinero que le daban para que se comprara algo con que alimentarse.

Hasta que descubrió que ella lo engañaba con un tipo que tenía mala fama en el barrio, no lo soportó y decidió encararlos, mejor ni lo hubiera hecho, le dieron una paliza que otro poco y lo tienen que llevar al hospital.

A sus padres tuvo que decirle que lo habían asaltado, que no supo quienes, ni los conocía, no obstante, los padres fueron a presentar la queja a la dirección de la escuela para que solicitaran mayor vigilancia.

Hasta ahí se acabaron sus sueños románticos, ingresó a la Preparatoria y su temor a ser engañado de nueva cuenta, lo hizo evitar coqueteos y roces con sus compañeras.

Al terminar la preparatoria, ya no pudo seguir estudiando, su padre murió de un paro cardiaco y su madre, con la noticia, cayó enferma, así que Maurilio, comenzó a trabajar para mantener a su madre y a él mismo.

Ingresó a una fábrica de implementos automotrices, primero como mozo, limpiaba y ayudaba en lo que podía, su gusto por el trabajo lo hizo ascender a ayudante de máquina, y luego como oficial de la misma máquina.

Ya para entonces contaba con 23 años, su sueldo era aceptable y su madre estaba orgullosa del hijo que había criado, el cual había resultado trabajador, responsable y cumplido.

Sólo que, Maurilio, se sentía vacío, no estaba satisfecho con su vida, fue entonces cuando conoció a Rebeca, una hermosa mujer, de 21 años, que lo conquistó, ella fue quién lo fue envolviendo hasta que se hicieron novios, con ella conoció por primera vez la pasión, el deseo, la lujuria.

Ella le enseñó ese inmenso placer que se siente cuando dos cuerpos se unen de manera plena, sin límites, ella le hizo disfrutar como nunca se imaginó en la vida y fue cuando ya no lo dudó y se casó con ella, tal como Rebeca lo deseaba.

Se fueron a vivir al lado de su madre, ya que la vivienda que ella ocupaba, le pertenecía, Isabel, la madre de Maurilio, nunca estuvo de acuerdo con esa boda, se cansó de decirle que esa mujer no le convenía, que no fuera tonto, que nada más lo estaba engañando.

Maurilio, aconsejado por Rebeca, pensó que su madre se equivocaba, que lo que la hacía hablar así eran los celos de quedarse sin su hijo, que se sentía abandonada si él tenía pareja, así que no la escuchó.

Y en medio de estiras y aflojas, la pareja vivió al lado de la madre por casi dos años, tiempo en el que Rebeca, tuvo a una hermosa niña que era la adoración de Maurilio, el motor que lo impulsaba a seguir adelante.

Obtuvo un nuevo ascenso y las cosas mejoraron en lo económico, no en lo familiar ya que los pleitos entre Rebeca e Isabel, eran frecuentes, debido a que Rebeca, salía mucho de la casa e Isabel no sabía donde o con quién andaba, aunque no le gustaba que la muchacha pasara tanto tiempo fuera de casa.

Isabel, no dudaba en darle la queja a su hijo, incluso le decía que siendo como era, lo más seguro era que Rebeca anduviera con otro o con otros hombres, aquello sembraba la duda en la mente de Maurilio y cuando este le reclamaba a su mujer, ella le decía, llorando y angustiada.

Que le era fiel, que no andaba con nadie porque lo amaba, que si se salía era para no tener que soportar a su suegra que siempre le estaba criticando todo lo que hacía, incluso hasta se metía en la forma en que cuidaba de la niña, que la comprendiera y que no desconfiara de ella.

Y después lo hacía pasar una noche de pasión intensa, con lo que le disipaba todas sus dudas, se le entregaba con tal frenesí y le decía frases de amor, que él no podía dudar de ella, aunque tampoco dudaba de su madre.

Maurilio, tenía un lio de ideas en su cabeza, no sabía ni que creer, así que optó por la mejor solución, ponerle una vivienda aparte a su mujer, por aquello de que: “el casado, casa quiere”, y consiguió una vivienda no muy lejos de donde su madre vivía.

Y así lo hizo, aunque todos los días iba a ver a su madre y se preocupaba de que nada le faltara, Isabel, viendo que nada podía hacer para que su hijo recapacitara, ya no le comentó sus dudas.

La inseguridad se había incrementado en el barrio, los asaltos eran más frecuentes y a todas horas, así que, por medio de un conocido, Maurilio, se compró una pistola, el mismo conocido, en una bodega, le enseñó a utilizarla, y le dio algunos consejos para no dispararse él mismo.

Sin decirle nada, ni a su madre, para que no se preocupara, ni a su esposa, para que no lo regañara por gastar en algo que no iban a utilizar, Maurilio, comenzó a cargar el arma en la cintura, en la espalda, como le había aconsejado su amigo, para que no se le notara.

Las cosas comenzaron a complicarse una tarde, cuando a medio turno, le dieron la mala noticia, por reajuste de personal, quedaba despedido, si bien iba a recibir una excelente liquidación, también se quedaba sin empleo, así que abatido y casi derrotado, salió de la empresa con un abultado cheque.

Tenía ganas de llorar, de mentarle la madre al mundo por ser tan injusto, no obstante que varios compañeros le aconsejaron que buscara en otras empresas similares y que, con sus conocimientos y experiencia, seguro que encontraba hasta algo mejor.

Sintiéndose derrotado, se fue a su casa, sin pasar a ver a su mamá, como era su costumbre, quería hablar primero con Rebeca, para que ella lo apoyara y lo consolara, para que le dijera que juntos saldrían adelante y que él podría superar ese bache.

Cuando ingresó a su vivienda, lo primero que escuchó fueron unos fuertes gemidos, pasionales, emitidos por Rebeca, sintió que la sangre se le iba a la cabeza, ni siquiera lo pensó, sacó su pistola y entró a la recámara, ahí estaba su amada esposa haciendo el amor con un tipo al que no conocía.

Al abrir la puerta, los amantes voltearon a verlo, tratando de explicarle algo que no tenía explicación, y entonces vinieron las mutuas acusaciones, los reclamos, los insultos, las lágrimas de ella, y Maurilio, con el arma en la mano, los veía y a cada momento sentía que la furia crecía más y más en su cuerpo.

Ya no se pudo contener, le metió un balazo en la cabeza a su mujer, la vio botar hacia atrás en la cama y caer muerta, el amante quiso aprovechar el momento y se lanzó contra él, Maurilio, no se dejó sorprender y sin pensarlo siquiera, jaló el gatillo, el balazo en el pecho detuvo al “sancho”, pero eso no bastó para que el marido ofendido se conformara, al verlo caer, le volvió a disparar en el pecho.

Llorando de dolor, tristeza, decepción y todo lo que en su pecho sentía, se acercó al cadáver de su mujer que yacía en la cama y le dio un par de puñetazos reclamándole su infidelidad, luego se acercó al cadáver del hombre y sin poderse contener, lo pateó, una y otra vez, insultándolo por meterse con una mujer casada.

Tras unos minutos, se recompuso y fue a la otra recámara, ahí, en su camita, la niña dormía plácidamente, por las gotas para dormir que le daba su madre y de esa manera poder tener sus momentos pasionales con sus amantes, porque después se supo que tenía al menos tres tipos que la visitaban en su casa a diferentes horas.

Maurilio, con el arma en la cintura, en la espalda, tomó a su niña en brazos, y fue en busca de su mamá, a la que le entregó el generoso cheque de su liquidación, a su niña y le pidió que la cuidara, una vez que le hubo contado todo lo sucedido.

Isabel, lo estrechó en sus brazos y le dijo que lo amaba, que nada ni nadie iba a cambiar eso, Maurilio, también le dijo que la amaba y que por eso le entregaba a su niña.

Y luego salió para irse a entregar al Ministerio Público, en donde entregó el arma, narró los hechos y quedó en manos de la justicia.

Ahora, está en espera de su sentencia, su madre y su hija lo visitan en el reclusorio, lo cual lo alegra y le da ánimos para seguir adelante una vez que cumpla la sentencia que le impongan.

¿Y tú… crees que la muerte y la cárcel son la solución a las infidelidades?

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