Una hermosa tarde-noche
Son las tres de la tarde de un viernes cualquiera, me reúno con una buena amiga y mientras platicamos, surge la idea y todo comienza con una invitación a ver la excelente película que se anuncia con bombo y platillo, “El Gran Escape”, en el cine México, ubicado en, Avenida Cuauhtémoc 212, entre doctor Erazo y doctor Velazco, en la popular colonia de los doctores.
El cual, con sus casi 6 000 butacas, que lo anunciaban como uno de los más grandes del mundo, y su pantalla de cinemascope, era todo un agasajo para los que gustamos del cine y lo disfrutamos de principio a fin, esto es, desde El noticiero continental, con imágenes de Pedro Bilbatua y en la voz de Pedro Ferriz.
Y si quieres ver dos veces la película, la permanencia en el cine es voluntaria, ya que hay función corrida.
El Gran Escape, seguramente iba a llenar todas las salas de cine en nuestro país ya que era la primera película que superaba los más de 90 o 100 minutos de duración, que normalmente tenían las cintas que se exhibían en los cines de la capital, el Gran Escape, duraba casi 170 minutos, casi tres horas, con un intermedio de 15 minutos para ir al baño o realizar las compras en la dulcería del cine.
El elenco era como para no resistirse a verla, Encabezados por Steve McQueen, se encontraban: James Garner, Richard Attenborough, James Donald, Charles Bronson, Donald Pleasence, James Coburn, John Leyton, David McCallum, Gordon Jacson, Nigel Stock, Angus Lennie, Lawrence Montaigne, Hannes Messemer, y algunos otros más, sin una sola mujer.
Así que, para acudir al cine, nada como pasar por unas ricas y sabrosas tortas frías a “La Cuchilla”, en las calles de doctor Lucio y doctor Liceaga, muy cerca del cine, y a dos o tres cuadras de la gran “Arena México”, con sus especiales tortas a buenos precios y con un singular sabor.
Con bolsas de papel de estraza en la mano, llegamos al cine y después de comprar los boletos, ingresamos y nos vamos directo a la dulcería, un refresco para cada uno, en vasos de papel encerado, con mucho hielo y la mezcla del refresco de cola, un paquete de palomitas y ya estamos listos para ver la gran cinta.
La realidad supera las expectativas, la película, desde un inicio, está cargada de emoción y de suspenso, y resulta que no es la clásica película de guerra que estábamos acostumbrados a ver:
Se trata de que, los alemanes, cansados de los intentos de fugas de los aviadores británicos y estadounidenses, de los campos de prisión, deciden agrupar a los más peligrosos en un solo lugar: Stalag Luft III, un campo de prisioneros de guerra de máxima seguridad, con guardianes expertos y del que su comandante, el coronel von Luger, dice que es imposible fugarse.
La Gestapo, traslada al campo al prisionero más peligroso de todos, apodado “Gran X”, el comandante de la Real Fuerza Aérea británica Roger Bartlett, un hombre que por su inteligencia y sus muchos intentos de fuga es vigilado de muy de cerca.
Entre la mayoría de los presos están los miembros de la organización X, una organización de presos que ya ha realizado diferentes intentos de fuga por medio de túneles. La organización X está dirigida por el “Gran X”, Roger Bartlett. El jefe tiene un ambicioso plan, el de conseguir la evasión de doscientos cincuenta prisioneros por medio de tres túneles.
El primer intento de escape fracasa, y sus dos organizadores, el capitán de la USAAF, Virgil Hilts (Steve McQueen) y el oficial de vuelo de la RAF Archibald Ives, (Angus Lennie) son encerrados en “la nevera”, una celda especial de aislamiento y castigo, en la prisión del campo, durante un tiempo.
Cuando los tres estadounidenses del campo (Hendley, Hilts y Goff) están celebrando el Día de la Independencia de los Estados Unidos, junto con los demás prisioneros (la mayoría británicos), los guardias descubren el primer túnel.
Ives, muy deprimido, intenta un desesperado intento de escapar delante de las torretas de los guardias. Hilts lo ve y corre para detenerlo, pero llega demasiado tarde y los guardias matan a Ives.
Los miembros de la organización X trabajan organizados para excavar, confeccionar ropa de civil, falsificar documentos, vigilar las entradas de los barracones en los que están trabajando, conseguir materiales de contrabando, etcétera.
El ruido que hacen los trabajadores se oculta con un coro de voces que canta en voz alta. La tierra del túnel la esconden en los bolsillos de los pantalones y la arrojan disimuladamente en distintas partes del campo, pues los alemanes medían el despeje bajo las barracas.
El teniente de vuelo de la USAAF Hendley (James Garner), “el proveedor”, encuentra ingeniosas formas de proveer a todos de lo que necesitan, desde una cámara fotográfica hasta documentos de identidad. El australiano Louis Sedgwick (James Coburn) “el fabricante”, confecciona muchas herramientas para la evasión, como las bombas de aire para el interior de los túneles. Danny Velinski (Charles Bronson), “el rey del túnel”, se encarga de excavar, a pesar de sufrir de claustrofobia.
Las falsificaciones son encargadas a Colin Blythe (Donal Pleasence). Antes de escapar, este último sufre miopía progresiva y se queda ciego. Hendley se convierte en su guía cuando escapan.
El capitán de la USAAF Virgil Hilts, “el rey de la nevera”, se escapa continuamente y se deja atrapar al cabo de unos días. Con esto, ayuda a la organización a crear mapas de la zona y da información del pueblo y la estación de trenes más próxima. Hay un tono gracioso en esto: cada vez que envían a Hilts a “la nevera”, alguien le arroja una pelota y un guante de béisbol, con los que se entretiene mientras está encerrado.
Los prisioneros trabajan con tres túneles (“Tom”, “Dick” y “Harry”) simultáneamente. Después de que el primer túnel es descubierto por un guardia, Werner (Robert Graf), abandonan el segundo y se dedican exclusivamente al tercer túnel. Completan la última parte en la noche prevista, pero por un error de cálculo, descubren que faltan seis metros hasta los árboles que los cubrirían, distancia que tendrán que recorrer arriesgando sus vidas. Estudiando los periódicos “barridos” de los guardias y sus reflectores, setenta y seis prisioneros consiguen escapar antes de que los guardias descubran el túnel.
Después de varios intentos de llegar a Suiza, Suecia y España, la mayoría de los prisioneros son capturados o muertos: Hendley y Blythe toman un tren y deben saltar desde el tren en marcha cuando descubren a un agente de la Gestapo inspeccionando.
Más tarde, roban un avión, intentando llegar a la frontera suiza, pero la máquina se estropea y deben hacer un aterrizaje forzoso. Los soldados alemanes llegan a la zona disparando, matan a Blythe y capturan a Hendley. A Cavendish (Nigel Stock) lo recoge un camión que lo lleva a una prisión, donde se encuentra con otro miembro de la organización X, Haynes.
Bartlett y Mac (son reconocidos en la estación de trenes por un agente de la Gestapo, pero otro miembro de la organización que estaba allí, Eric Ashley-Pitt (David McCallum) se sacrifica, matando al agente y acaparando toda la atención, siendo asesinado por los soldados.
Bartlett y Mac intentan subir a un autobús en el pueblo, pero un agente de la Gestapo engaña a Mac con el truco de revelar la identidad que él siempre le decía a Haynes que no cayese: el agente se despide diciendo en inglés Good Luck! y Mac le responde espontáneamente Thank you!
Los dos corren, pero capturan a Mac en un momento. Roger Bartlett escapa por los tejados. Sin embargo, es reconocido más tarde por otro agente y es capturado. Por su lado, Hilts roba una motocicleta de la Wehrmacht , pero es reconocido en un pueblo y, tras una espectacular persecución en moto, quizás la mejor escena del film, es capturado en la frontera de Suiza.
Solo tres se escapan. Danny Velinski y Willy Dickes (los reyes del túnel) roban un bote y navegan por un río hasta la costa del Mar Báltico, donde encuentran un barco mercante sueco que los recoge.
Louis Sedgewick se esconde en un tren de carga, y llega a Francia. Allí se encuentra en una cafetería con miembros de la Resistencia francesa, que disparan a unos oficiales alemanes que estaban allí. Luego, los miembros ayudan a Sedgewick a llegar a España.
De los otros restantes, 48 de los capturados, incluyendo a Bartlett, Mac, Cavendish y Haynes, son fusilados en una pradera después de un viaje en camión.
Esto hace un total de 50 muertos (incluyendo a Ashley-Pitt y Blythe) Hendley y Sorren y un pequeño grupo vuelven al campo. El oficial británico Ramsey (James Donald), quien había sido un enlace entre los prisioneros y los guardias, recibe la noticia de von Luger sobre la muerte de los 50 prisioneros. El coronel ha sido relevado del cargo por permitir que se escaparan tantos prisioneros y espera su castigo.
Hilts también vuelve al campo y a “la nevera”. Allí, se repite la graciosa escena de su guante de béisbol y su pelota. El guardia se gira para oír el familiar sonido de la pelota rebotando contra la pared y sale de la prisión.
La historia acaba con esa escena y con un cartel que dice
Esta película está dedicada a los 50.
Después de tan buena película, salimos del cine y nos vamos a dar una vuelta por la Avenida San Juan de Letrán, para que nos tomen una fotografía callejera, en 16 de septiembre. Así que abordamos el tranvía que nos deja en la Alameda Central, desde donde podemos emprender el regreso caminando, viendo los múltiples aparadores y el gran movimiento de personas por toda la avenida.
Después de haber caminado por casi dos horas, le invito a mi amiga un caldito de gallina en los famosos Caldos Zenón, o si gusta, vamos a Garibaldi a tomarnos unos ponches de granada, mientras escuchamos a los mariachis.
Lo piensa y no acepta, como tampoco acepta que entremos al famoso Teatro Blanquita, a pesar de que la cartelera es por demás atractiva se presenta: Resortes, Carmen Salinas, Tongolele, Lilia Prado, y un joven cantante que dicen que va a desbancar al inolvidable, Javier Solís, creo que se llama, Vicente Fernández.
Por eso es que al final, nos vamos a los conocidos Churros “El Moro”, en donde vamos a disfrutar de un sabroso chocolate bien caliente y unos cuantos churros exquisitos.
Ese era un clásico paseo de los años 50s hasta los años 80s, cuando el terremoto que cimbró a la ciudad de México, hasta sus raíces, terminó que la gran mayoría de lugares que servían de centros de diversión.
Con el terremoto se acabaron las salas grandes de cine, se acabaron las funciones corridas, la permanencia voluntaria, los teatros de revista, los salones de baile, bueno, hasta la gran mayoría de los cabarets de la colonia Obrera, tuvieron que decirle, adiós a sus asiduos.
¿Y tú… cómo vives una salida al cine?