El destino nos quita y nos da

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Mauricio Ferrer, paramédico de profesión, labor que tenía diez años ejerciendo y que realizaba con toda dedicación y entrega, le gustaba ayudar a las personas que por una u otra causa resultaban lastimadas, ya fuera en un accidente o de manera directa por otra persona.

Todos sus compañeros lo reconocían como el más cumplido y leal de todos los que laboraban en los servicios de emergencia, todos lo elogiaban y lo admiraban por su dedicación y entrega.

Todo iba de maravillas para Mauricio, le gustaba y disfrutaba de su trabajo, él había estudiado por tres años la carrera de medicina y sabía mucho, no había podido terminar debido a las carencias económicas en su hogar, por lo que comenzó a trabajar como paramédico.

Al año de ingresar a los servicios de urgencia, en una ambulancia, conoció a Mireya, una hermosa mujer de la que se enamoró perdidamente y no dudo en casarse con ella.

Desde ese día su felicidad fue completa, la amorosa y bella mujer le dio dos hijas que eran, para Mauricio, su vida entera, las amaba y orgulloso convivía con ellas sus horas de descanso.

No podía quejarse de la vida, si bien no pudo concluir su carrera, como él lo hubiera querido, tenía una familia que lo amaba y lo llenaba de cariño día con día, haciendo que no deseara nada más.

Hasta que llegó aquella fatídica noche, una noche en que, después de haber dejado a sus hijas con sus suegros, que también lo querían y lo apoyaban en todo, Mauricio salió al cine y a cenar con Mireya, parecían dos novios amorosos, a pesar de tener nueve años de casados.

Iban de regreso a su casa a bordo del modesto auto del paramédico, cuando al llegar a una esquina, un carro les dio un cerrón y de él bajaron dos hombres con armas en las manos.

Se acercaron a ellos y le pidieron a él que se bajara, Mauricio, supo que le querían robar su carro, así que no opuso resistencia, sólo que, Mireya, se puso nerviosa y no podía desabrochar su cinturón de seguridad, por lo que el infeliz asaltante le dio un cachazo en la cabeza con el arma.

Mauricio, al ver aquello, trató de defender y ayudar a su esposa y el asaltante que lo amagaba a él, le metió un disparo en el vientre, el dolor fue insoportable y aun así, intentó defender a Mireya, que por no poder soltar su cinturón recibía un tercer golpe en la cabeza que ya le sangraba.

Los delincuentes, al ver que, la mujer quedaba inconsciente, y Mauricio, se desangraba en el piso, decidieron abandonar el robo y regresaron al auto en el que se marcharon de inmediato.

Haciendo acopio de esfuerzo y reuniendo todas sus fuerzas, Mauricio, llamó una ambulancia, al dar su nombre y su ubicación dos de las ambulancias acudieron al lugar.

Mauricio, fue llevado en una hasta el hospital en donde lo intervendrían de inmediato, mientras que Mireya, era conducida en otra, recibiendo todas las atenciones requeridas.

Cuando Mauricio, recobró el conocimiento dos días después, ya lo habían intervenido quirúrgicamente, por fortuna la bala no le causó lesiones internas y se recuperaría pronto.

Al preguntar por su mujer, se encontró con la noticia de que Mireya, estaba en coma y no sabían cuándo podría recobrar el conocimiento, si es que alguna vez lo recobraba.

Fue entonces cuando comenzó su agonía personal, cinco días después del atraco, lo dieron de alta con todas las reservas, su mujer, seguía inconsciente, sus suegros angustiados y él, desesperado.

En su declaración dio todos los detalles que recordaba al Ministerio Público, había visto bien a sus atacantes y podía reconocerlos en cualquier momento, así que las investigaciones de llevarían a cabo, lo antes posible.

De esa manera vio transcurrir ocho meses, volvió a su trabajo, su suegra lo ayudaba con el cuidado de sus nietas y él, día con día acudía a ver a su mujer esperando que recobrara el conocimiento.

Se pasaba largas horas a su lado, hablándole, contándole cosas como siempre lo había hecho, platicándole, como si ella pudiera oírlo y aconsejarlo, el amor que por Mireya sentía, aumentaba día con día, lo mismo que la desesperación para que ella se recuperara.

Fue al noveno mes, cuando él se encontraba de guardia en el turno nocturno, cuando recibió una llamada de urgencias, un carro había chocado y había varios lesionados.

Sin perder un segundo, la ambulancia acudió al lugar de los hechos, cuando vio el carro que se había proyectado contra otro, un vuelco en el corazón lo hizo estremecerse, era el mismo que le había dado el cerrón aquella maldita noche.

Se acercaron a prestar auxilio y vio que el conductor del carro había muerto, al no llevar puesto el cinturón de seguridad se había proyectado contra el parabrisas y murió por el golpe, vio a los heridos y los identificó de inmediato, un profundo coraje y una ira descontrolada lo invadieron.

Se acercó al primero, el que le había disparado aquella noche, y sin dudarlo un solo segundo, sacó de su maletín una jeringa y lo inyectó en la vena del brazo derecho, cuando lo estaba haciendo, el delincuente lo reconoció también y quiso gritar pidiendo auxilio, sólo que ya era tarde.

Cuando se acercó al segundo, el que golpeara a Mireya, Mauricio, lo preparó para subirlo a la ambulancia y comenzó a realizar los primeros auxilios, de manera profesional.

En la ambulancia, mientras el conductor llevaba a toda prisa el vehículo, en la parte posterior, Mauricio, sacaba otra jeringa para inyectar al delincuente, mismo que al llegar al hospital, declararon muerto.

Mauricio, rindió su reporte y todo marchó como debía ser, hasta que terminó su turno, fue entonces cuando se dirigió al anfiteatro del hospital y vio los cuerpos de los asaltantes, el que le disparó y el que golpeó a su mujer, uno al lado del otro.

—Se que pueden oírme y seguramente se preguntarán en donde se encuentran, bueno, he decirles que están en el anfiteatro en espera de que les hagan la autopsia, la cual no va a tardar mucho, los van a abrir y les van a extraer todos los órganos internos.

Les inyecté una mezcla de drogas que cree con la idea de usarlas con ustedes, algo que no veía tan fácil, no obstante, el destino así lo quiso, estas drogas tienen varios beneficios para mí, disminuyen los latidos al mínimo, les reducen la respiración, igual que si tuvieran catalepsia, por lo que se les considera muertos, aunque no lo están, pueden oír, sentir y pensar, un castigo ideal para los animales como ustedes.

Cuando les hagan la autopsia, van a sentir cada corte, cada mutilación, aunque no se van a poder mover, el dolor en sus cabezas va a ser insoportable, tal como el frío que ahora están sintiendo y que seguramente los tiene desesperados y no saben que placer me va a dar saber lo que están sufriendo.

No los voy a aburrir diciéndoles que mezcla de sustancias inyecté en sus cuerpos, sólo les diré que les paraliza los músculos, impidiéndoles cualquier movimiento, aunque les permite estar conscientes de todo lo que sucede a su alrededor y no les quita la sensibilidad, aunque no pueden moverse, ni hablar, ni abrir los ojos.

Mauricio, ya no dijo nada, ya que en ese momento ingresaba el ayudante del médico forense para iniciar las necropsias de rigor, por lo que el paramédico, salió del lugar y se fue a ver a su mujer.

Ese día, él se sentía diferente, se sentía mejor, más libre, con un peso menos en su conciencia.

Quince días después, Mireya, recobró el conocimiento y aunque su recuperación fue paulatina, lenta y requirió de muchos cuidados y atenciones, muy pronto volvieron a la normalidad.

¿Y usted… qué habría hecho en una situación similar?

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