¿Curvys o Delgadas? 1a parte

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Desde que un hombre comienza a tener gusto por las mujeres, va formando su criterio respecto a lo que le gusta o lo que no le gusta sobre las hembras, así que nos encontramos a quienes prefieren mujeres que no se pinten el rostro, o que sean naturales, ya sea rubia o morena.

También se comienza a tener preferencia por determinadas partes del cuerpo, mientras que a unos les atraen los rostros bonitos, a otros les excitan las bocas carnosas, otros prefieren los ojos grandes y pícaros.

Incluso existen los que se inclinan por una larga y blonda cabellera y no faltan los que gustan de bustos exuberantes, redondos y bien formados.

Contra los que prefieren traseros anchos, abombados, rotundos, bien marcados, igual que los que gustan de un lindo par de piernas torneadas, o pies pequeños y bien cuidados, incluso, las manos son objeto de deseo de algunos hombres.

Pero siempre hay una pregunta que los inquieta, y no solo a ellos sino también a las propias mujeres:

¿Cuáles son las mejores mujeres para hacer el amor?

¿Las gordas, las voluptuosas o las flacas?

Una encuesta realizada en los Estados Unidos, da a las flacas el triunfo y hasta se les atribuye más inteligencia.

Aunque las gorditas (gordibuenas) o curvys, también tienen su público y además en las respuestas que se recibieron, estas no sólo resultaron las más apasionadas sino además las más tiernas y cariñosas.

El tema de actualidad cuando se trata del sexo, (¿y qué tópico es más popular hoy?) Es uno lleno de controversias: ¿Quiénes son mejores para hacer el amor, las gordas o las flacas? ¿Cuáles tienen mayor atractivo para los hombres?

Algunos de ustedes creerán que nos hemos vuelto locos.

Tanto se ha dicho a través de los años que las curvas son atractivas, que a los hombres los trastornan las mujeres voluptuosas, que la pregunta parece inútil… hasta que tropezamos con las estadísticas.

La revista Newsweek por ejemplo, trae en su sección de medicina un artículo basado en una encuesta hecha por dos sicólogos del Hospital Michael Reese, en Chicago, donde 250 maridos y sus esposas fueron entrevistados separadamente para descubrir sus reacciones.

Un gráfico ilustra claramente los resultados: 80% de los maridos consideraron la silueta muy delgada como la más atrayente, sexualmente hablando.

Un 55% se decidieron por la «llenita» y solo un 25% optó por la francamente gordas.

El triunfo de las “flacas” ha sido discutido como un fenómeno moderno, y teorías como la del psicólogo alemán Strassman, quien asegura que la mujer de busto pequeño es más inteligente que la que tiene los senos grandes, se analizan con mucha atención en busca de un punto de apoyo.

La teoría de Strassman en particular, da pie a que se diga que el asunto es a la inversa. Cuando la mujer se encuentra en desventaja ante las más dotadas por la naturaleza, cuando no tiene busto considera que el suyo es inadecuado, trata de desarrollar otros valores.

Se cultiva, lee, es ingeniosa, interesante.

Cuida su maquillaje, su vestimenta y hace una producción del más mínimo gesto.

Como es natural, aunque no sea un talento, parece más inteligente que una que básicamente lo es, pero que descuida su intelecto porque confía en su atractivo físico.

Esta es la táctica que la mujer que se ha considerado “sin encantos frontales ni posteriores o traseros” ha seguido a través de la historia, basándose en que el amor es, al fin y al cabo, imaginación.

Wallis Simpson, la tan conocida mujer, conquista a un rey sin tener lo que entonces se llamaba “una buena percha”, y como ella, muchas han superado sus “deficiencias físicas” apelando a recursos con los que han derrotado al mayor enemigo de las relaciones amorosas: la monotonía.

Y al hombre al que le toca una mujer así llega a olvidarse o por lo menos no le da importancia a que su mujer tenga pocas curvas tan ocupado está admirando otros atractivos.

Es la ley de las compensaciones en plena acción y en un amplio derroche de atributos adquiridos y no dotados por la naturaleza.

El gusto por las curvas nació con la historia del arte y el placer natural que el hombre ha tenido por plasmar en mármol o en una tela un desnudo de mujer.

Y todas eran gorditas. La Venus de Milo tiene hasta hoy su prestigio personal que no tiene nada que ver con que sea una obra de arte.

Se le cita constantemente como ejemplo, aunque nadie se ha puesto a pensar que pasaría si le pusiéramos un trajecito “sport” de manga corta.

Pero las dudas surgen, y no solo a propósito de la dama de Louvre.

¿Se imagina usted a la Venus en «jeans»? A las modelos de Renoir, el famoso pintor impresionista, luciendo minúsculos bikinis.

O a las musas de Fernando Botero, famoso pintor colombiano, que está por cumplir un año de haber muerto, como les decía, imaginen a esas rotundas mujeres, musas del artista, en tangas de hilo dental,  

Por otra parte, ¿concibe usted a Audrey Hepburn posando para el famoso cuadro del picnic al desnudo de Manet?

¿Qué hubiera dicho el Tiziano de Katherine Hepburn, en su tiempo, de Twiggy y Verruska?

En cambio, Catherine Denueve, el clásico término medio, si hubiera encajado en aquella época y quizás hubiera hecho una espléndida maja rubia, porque Goya estaba adelantado a su tiempo, y la duquesa de Alba si tenía cintura.

Incluso, hablando de épocas más recientes, hace diez años la diseñadora de modas, Ágata Ruiz de la Prada, declaró de manera abierta y contundente que: ya no gustan las modelos excesivamente delgadas.

“Es algo que ya se veía desde hace un tiempo, aunque ahora viene más fuerte, lo que está de moda, es ir cómoda, con tu peso, tu talla y tus medidas, lo demás es lo de menos, como dicen los que saben” —concluyó la modista.

Aunque la verdad, es que todas, gordas, flacas o más menos entradas en carnes, fueron y siguen siendo las mujeres ideales para algún hombre.

Porque para felicidad de todas las mujeres, sobre gustos no hay nada escrito o como dicen los eruditos: Para gustos y sabores, se inventaron los colores o más a la mexicana, en gustos se rompen géneros.

Mientras Renoir pintaba esos desnudos bien alimentados que para él tenían el atractivo que la fruta tenía para Cezanne, una muchachita delgada hacia las delicias de Modigliani.

Lauren Bacall, una de las grandes flacas que fue muy famosa y que cosecho triunfos en Broadway en “Aplause”, protagonizo uno de los grandes romances del siglo.

Cuando Humprey Bogart se enamoró de ella, las repercusiones se sintieron a la distancia. Fue un amor fulminante inevitable y violento.

Bogart deshizo un matrimonio de muchos años para casarse con Lauren, que era mucho menor que el, interrogado al respecto y sobre lo que le atrajo de ella contesto con toda la sinceridad que le fue posible:

—“Me enamore de sus huesos. Tiene los ángulos más lindos que he visto en mi vida”

La frase hizo historia echando a tambalear en ese tiempo a Mae West que era noticia, un auténtico mito: la de las curvas ampulosas y sensuales.

Y desató una serie de diversos comentarios porque muchos hombres estuvieron de acuerdo con Bogart.

Para estos, el contacto con un cuerpo de mujer, perdía sensación si no percibían la flexibilidad que sólo se encuentra cuando la grasa escasea:

—«La mujer delgada, la flaca para ser más explícitos es mucho más adaptable, físicamente hablando, que la gorda, y aun la que sólo es maciza» —opina un famoso playboy— «Cuando tomo en mis brazos a una mujer gruesa, tengo la sensación de que toda esa grasa me impide llegara la médula de su sensibilidad.

En cambió una delgada me da la sensación de estar desnuda, aun cuando esté vestida, Se incorpora a mi, es más flexible y en un momento dado casi es parte de mí”.

¿Y tú… cómo te gustan las mujeres? En la próxima entrega, seguiremos con el tema

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